Desde los grandes canales de streamings nacionales hasta proyectos locales, las plataformas digitales están redefiniendo las dinámicas de comunicación política. Mientras algunos las usan como escenario para narrativas y marcar agenda, otros aún eluden este diálogo. ¿Es el streaming una oportunidad o una amenaza para la conexión entre ciudadanos y poder en el país?
Desde el 2020 para estos días, son cada vez más los canales que aparecen en la grilla cibernética. Cada uno con su nicho y su público.
Argentina está atravesando una transformación significativa en su ecosistema mediático con el crecimiento exponencial de los canales de streaming. Este fenómeno, originado en gran medida durante la pandemia, se consolidó como un nuevo eje de consumo cultural que desafía a los medios tradicionales, tanto en Buenos Aires como en el interior del país. El streaming comenzó como un espacio diseñado para el entretenimiento. Sin embargo, hoy en día, al observar la programación y las estadísticas, es evidente que muchos medios han ganado protagonismo abordando temas sociales y políticos, llevando estas temáticas al ámbito digital.
Mientras Buenos Aires continúa siendo el epicentro de producción y consumo, el streaming ha permitido que medios del interior encuentren su espacio. Canales locales como Olga o Luzu TV alcanzan audiencias significativas en todas sus redes. En el interior del país son cada vez más los canales de streamings que surgen con su propuesta mezclando la cultura local y la coyuntura nacional, como Ziesta TV o La Casa del Streaming.
En este contexto, el streaming se posiciona como un nuevo escenario donde la política no solo se discute, sino que se practica, se negocia y se milita. La expansión de plataformas como Twitch, YouTube y sus ecosistemas afines no solo ha transformado el entretenimiento, sino que también ha redefinido la arena política.
Guillermo Moreno en el canal Gelatina, con su propia columna en el programa de Jingles Pedro Rosemblat.
En un país con una tradición política apasionada y un consumo mediático altamente polarizado, el streaming parece ofrecer una tercera vía: un espacio no regulado, participativo y potencialmente más auténtico. Canales como Carajo o LaCasta, Gelatina o Blender o figuras de todo el arco político como el Gordo Dan, Rosendo Grobo, Pedro Rosemblat han encontrado en plataformas como YouTube un canal directo con sus audiencias. Lejos del formato rígido de los noticieros televisivos, estas transmisiones permiten diálogos más extensos y con una narrativa propia.
El atractivo del streaming radica en su supuesta autenticidad: no hay cortes, el lenguaje es coloquial y los espectadores participan activamente a través de chats en vivo. Esto significa un atentado para los políticos que no están preparados para el vivo sin cortes, o que no son lo suficientemente auténticos en su narrativa. Es por esto que no son tantas las figuras políticas que participan en ellos y que, si lo hacen, ocurre contadas veces y en medios partidarios.
Lilia Lemoine de invitada al canal LACA Stream
El riesgo, claro está, es que el streaming se convierta en un espacio donde lo importante no sea la verdad o el debate sustancial, sino el espectáculo. En muchas ocasiones, las interacciones con políticos giran más en torno a "momentos virales" que a la profundidad de sus propuestas.
En el interior de Argentina, los canales de streaming han logrado posicionarse como referentes culturales y espacios de entretenimiento alternativo, pero su relación con la política aún parece limitada o ausente. A diferencia de los canales metropolitanos, que han integrado figuras políticas a sus dinámicas, estos espacios del interior se alejan de las tensiones de la agenda pública.
Esta ausencia no es casual, ya que responde tanto a decisiones editoriales como a la percepción de que la política, al entrar en estos ámbitos, podría generar divisiones en comunidades que valoran la cohesión y el sentido de pertenencia. Sin embargo, la falta de presencia política en estos canales también implica una oportunidad perdida para conectar con audiencias locales que buscan nuevos formatos para debatir y comprender el poder desde lo territorial.
Esta desconexión podría estar relacionada con la manera en que las figuras políticas del interior perciben los nuevos medios: como plataformas más orientadas al entretenimiento que a la construcción de discursos públicos. Sin embargo, esto ignora el potencial de estos canales para articular narrativas locales y crear diálogos directos con la ciudadanía. La ausencia de políticos no solo refleja una brecha generacional y cultural entre la política tradicional y el público joven del interior, sino también un vacío estratégico que podría ser ocupado por quienes se atrevan a experimentar con formatos más frescos e inclusivos.
Incorporar debates políticos, entrevistas a candidatos o discusiones sobre temas de interés local podría no solo diversificar la oferta de contenidos, sino también contribuir a un modelo de participación política más cercano y horizontal, adaptado a las necesidades y expectativas de estas audiencias.
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